lunes, 11 de noviembre de 2013

LAS TÉCNICAS DEL OBSERVADOR

ATHANASIUS KIRCHER. Ars magna lucis et umbrae, 1646
A partir de Walter Benjamin, mucho se ha hablado acerca de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. De acuerdo a este autor, la fotografía y el cine han puesto en crisis la autenticidad del objeto único, desvinculándolo para siempre de la imagen ritual y de la tradición.  Basta decir que desde el siglo XIX las técnicas de reproducción de la obra artística modificaron la relación de la sociedad con el arte, es decir, que  perturbaron de manera irreversible el  aura del objeto, entendida ésta como la manifestación irrepetible de una lejanía relacionada a valores intrínsecos como la originalidad, la perennidad y la autoría.

Sin embargo, me parece que poco se ha comentado acerca del observador frente a las grandes transformaciones de la imagen durante el siglo XIX. Transformaciones que fueron más allá de los cambios en la apariencia y los medios de difusión, revoluciones que perfilaron no sólo la posibilidad de la reproducción sino incluso su deseabilidad y condición necesaria.

¿Cómo impactó la nueva cultura visual al observador del siglo XIX cuando fue capaz, por poner sólo un ejemplo, de ver su propia imagen en la bruñida superficie de un espejo fotográfico llamado daguerrotipo? ¿Surgió un nuevo tipo de observador en el siglo XIX? ¿Es el observador del siglo XX producto de aquél?

Haría falta realizar una construcción histórica de la visión como la que Jonathan Crary nos sugiere en su libro “Las técnicas del observador” (2008). El autor establece que el problema del observador es el campo en el cual se materializa la visión en la historia, donde ésta se hace visible. Un sujeto observador es a la vez el producto histórico y el lugar de origen de ciertas prácticas, técnicas, instituciones y procedimientos. En resumen, la abolición de la mayor parte de los códigos visuales establecidos en términos de representación en siglos anteriores llevó a una vasta reorganización del conocimiento y de las prácticas sociales en el siglo XIX y en otros siglos por venir.

Tan sólo recordemos que en el XIX tuvieron lugar las transformaciones más amplias e importantes en el campo de la visión de toda la historia moderna. La divulgación masiva de la litografía desde su invención en 1798,  el desarrollo de la fotografía después de 1839, la pintura modernista de las décadas de 1870 y 1880, y la invención del cinematógrafo en 1890 fueron tan sólo el inicio de una ruptura que ganaría mayor fuerza durante el siglo XX con la difusión y proliferación de la fotografía, el cine, la televisión y el internet.

Por lo tanto, las técnicas del observador de los siglos XIX, XX y XXI coincidirían en cuanto a ser  producto de una historia de larga duración que si bien tuvo su inicio en la posibilidad de reproductibilidad técnica de la obra de arte y, por ende, de la consecuente pérdida del aura; tienen su finalidad y propósito en la repercusión que estas transformaciones han tenido hasta nuestros días como formas de representación y construcción de la mirada ampliamente aceptadas.

Más reflexiones sobre las grandes transformaciones de la visión a partir de la invención de la litografía, la fotografía y el cine, serán revisadas en mi curso “La Materia del Arte” que se imparte en el mes de noviembre en el Museo Arocena

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